La semana pasada, y por circunstancias que nunca llegaremos a
conocer, en casa nos quedamos sin tele: fundida en negro y sin
posibilidad de ver ninguno de los canales…
Lo que hace algunos años hubiera sido calificado de “drama absoluto“ y
habría generado una situación de crisis en cualquier hogar medio se
resolvió con un simple comentario de un niño de siete años en los
siguientes términos de lógica aplastante: “no pasa nada, papi,
ponemos la tablet y vemos ahí los dibujos; hoy nos apetece La patrulla
canina y luego un capítulo de Sam el bombero en Youtube, por fa”.
Mis hijos vieron sus series como si nada hubiera ocurrido y se fueron a la cama como cualquier otro día.
Por mi parte continué leyendo los periódicos on line,
terminé el capítulo de una serie que no pude ver en su día y compartí
algunas ideas por Twitter. Llegada la hora de ir a dormir, la televisión
seguía tan muda como horas antes y nadie en casa lo consideró una
tragedia.
Este suceso me llevó a reflexionar y a dos conclusiones principales, que he intentado plasmar en estas líneas :
1. Vivimos en
una sociedad que he denominado
de transversalidad de soportes,
donde la otrora poderosa televisión ha sido desplazada hace ya tiempo
de su posición hegemónica, al menos, con el significado que todos los que
crecimos con ella
conocíamos hasta hace unos años.
2. La
inmediatez y accesibilidad global a los contenidos multimedia
es el resultado de esta revolución tecnológica que apenas está naciendo
y a la que le queda un largo camino por recorrer. Ya no es necesario un
tiempo y lugar concreto, se han borrado las fronteras
espacio-temporales. Las organizaciones que quieran sobrevivir y liderar
el mercado como referentes deben
basar sus
estrategias en las expectativas del cliente, su forma de vida, usos y costumbres, y ahí es donde la incipiente industria de
big data y bussiness inteligence va a jugar un
papel relevante.
Al día siguiente, y aprovechando lo ocurrido, realicé un pequeño pero
revelador experimento que me ha llevado a otra conclusión: aproveché
que la televisión no funcionaba y les propuse a mis hijos un plan
alternativo de actividades analógicas, es decir, aquéllas con
las que nuestra generación ha crecido: juegos de mesa, disfraces y
pinturas… con un resultado muy positivo y alentador: mis hijos ni se
acordaron de La patrulla canina…
El resultado me hace pensar que los diferentes colectivos que somos
parte activa y responsable de la educación de los niños: padres pero
también educadores, pedagogos, profesionales relacionados con la
educación, entidades públicas y asociaciones debemos liderar y
transmitirles un uso responsable de la tecnología.
Es evidente que los niños de ahora formarán parte de una generación
cuasi digital y ése será el ecosistema en que llevarán a cabo su
desarrollo personal y profesional. Nos corresponde proporcionarles
una educación digital orientada a que el día de mañana constituyan una
generación equilibrada, conocedora del infinito potencial de la
tecnología, asi como de los riesgos evidentes y ocultos que conlleva, una educación disruptiva y acorde al ecosistema en que vivimos y que sea capaz de superar antiguos cánones y obsoletas teorías que podrían ser válidas en otros tiempos pero que como todo en la vida, deben evolucionar.
El futuro de una sociedad siempre será lo que sus ciudadanos quieran, y
la educación debe ser la piedra angular sobre la que se edifique todo lo
demás. Telefónica Educación digital apuesta por ello.
Artículo originalmente publicado en el blog A un clic de las TIC.
No hay comentarios por el momento